Al igual que su vida, la leyenda que le acompaña también tiene un origen incierto, ya que Bruno Amadio, harto de ser un pintor mediocre pactó con el diablo para poder tener la fama y el reconocimiento que se merecía. De modo que en muy poco tiempo, sus cuadros se hicieron muy populares y a mediados de siglo eran un tesoro preciado del que se hacían cientos de reproducciones todos los años. A más de uno les sonarán las caras de estos niños pues más de una de nuestras abuelas seguro que lució una de estas copias en el salón. Las casas donde se cuelga uno de estos originales arden en llamas y son fuente de misteriosos poltergueist y fenómenos extraños.
Este es uno de los más famosos, se dice que al girarlo se ve a un pez devorando al niño
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